Con el que ha anunciado será su último libro, Mario Vargas Llosa se ha permitido despedirse con una novela feliz. Pero ¿qué queda por decir a un premio Nobel a las puertas de los ochenta y ocho años tras casi sesenta libros?
Con un tono ligero pero sin renuncias en el estilo ni preocuparse en disimular su pasión por la música popular peruana, que le sirve de pretexto para su relato, Vargas Llosa vuelve a sus temas recurrentes, como si comprimiera en una cápsula toda su carrera. Destilan de la novela la cuestión sobre la memoria, los orígenes y el desarraigo, los conflictos sociales y políticos latinoamericanos (en especial en Perú), la creación artística, la imaginación como vía de alivio existencial, y el papel de la familia en una biografía.
Merecen mención un par de temas exclusivos que hacen a la novela finalmente genuina:
El empeño aún por ofrecer vías posibles de conciliación en una sociedad fracturada y deprimida por medio de la creación artística y el trazo de una historia cultural compartida (la música criolla y la «huachafería»).
Y la honestidad de retirarse sin ansia: tomando distancia con la propia creación relativizando los afanes y entusiasmos que han decantado toda una vida atravesada por la fama y el reconocimiento, aun en cuanto tengan de justos, honestos y benéficos.
Finalmente, MVLL cierra su colosal carrera con guiños (que comienzan por el título de la novela) al silencio que, tras 65 años de creación incansable, ahora seguirá a su retiro.
«Esa duda lo horrorizaba, no tener certezas sobre su origen, ser un desarraigado. El ser humano no era un átomo, se decía, no estaba hecho para navegar por la vida en solitario, necesitaba formar parte de algo más grande, de una comunidad, de una patria que le diera sentido y lo protegiera. Sin esa tribu, ¿qué era acaso el hombre? Poco más que un niño abandonado en un basural a merced de las ratas. Toño se secó las lágrimas con los dedos […]. Sólo lo calmó una idea, a la que se aferró hasta conciliar el sueño. Había encontrado algo a lo que entregar su vida: escribiría el libro sobre Lalo Molfino, tenía cosas importantes que decir» (pág. 97-98).