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Un ensayo interesantísimo sobre cómo la dictadura de lo políticamente correcto, la extremada vulnerabilidad al conflicto y un maniqueísmo injusto van limando la posibilidad real de diálogo y convirtiendo a generaciones enteras en ofendidos y vulnerables.

Este es un libro que, sin duda, puede generar debates. Pero es que precisamente esa es la idea de sus autores. Que no hay que tener ningún miedo al debate. Porque las ideas necesitan poder confrontarse sin que haya alguien que se sienta atacado por ello. Un libro sobre educación, y un ejemplo de psicología social, los autores reflexionan sobre cómo se ha ido produciendo, en el mundo de las universidades norteamericanas, un proceso de rápida emergencia de actitudes intransigentes. La cultura de la cancelación termina haciendo que nada que pueda resultar ofensivo para alguien tenga cabida en un contexto académico. Pero, ¿no es eso un camino seguro hacia la intransigencia y la vulnerabilidad? Tres afirmaciones erróneas están en la base de este proceso: (1) tenemos derecho a eliminar todo aquello que nos duela (2) tus sentimientos son la verdad (3) el mundo se divide en buenos y malos, y hay que acabar con los malos. Con esta premisa, y abundantísimos ejemplos, los autores reflexionan sobre la sociedad híper-sensible, los padres híper-protectores, las universidades donde la auto-censura se va instalando… Al tiempo, advierten de que este proceso, que comenzó en Estados Unidos y en una sola década se volvió agobiante, está produciéndose en otras latitudes (las nuestras). Son muy interesantes sus conclusiones, y también sus sugerencias para una educación mucho más abierta.

«¿Por qué las cosas cambiaron tan rápidamente en muchos campus entre 2013 y 2017? Identificamos seis hilos explicativos: la creciente polarización política y la animosidad entre los partidos estadounidenses, lo que ha conducido a un aumento de los delitos de odio y hostigamiento en los campus; unos crecientes niveles de ansiedad y depresión entre los adolescentes, lo que ha hecho a muchos estudiantes desear más protección y ser más receptivos a las grandes falsedades; los cambios en las prácticas de educación de los hijos, que han magnificado los temores del niño, a pesar de que la infancia se vuelve cada vez más segura; la pérdida del juego libre y la asunción de riesgos sin supervisión, dos cosas que los críos necesitan para convertirse en adultos autónomos; el aumento de la burocracia en los campus y la expansión de su misión protectora; y una creciente pasión por la justicia, mezclada con unas ideas cambiantes sobre qué requiere la justicia» (p. 38)

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Editorial

Planeta

Año de publicación

2019

Páginas

435

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