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 La mística y la ascética siguen siendo dos dimensiones imprescindibles de la fe cristiana, incluso en el actual mundo líquido y post-cristiano.

Si en el pasado la ascética se entendía como negación de uno mismo incluso con duros sacrificios corporales, el mundo líquido nos lleva a una nueva comprensión de la ascética, que pasa por convertir las distintas dimensiones de nuestra persona: sensibilidad, afectividad, sexualidad, capacidad de decisión… transformándolas según los criterios de Jesús. Estamos ante un libro de notable densidad, que pide una lectura sosegada y profunda Sin embargo, sus intuiciones y pistas, basadas en la espiritualidad ignaciana, son de gran ayuda para avanzar en la dimensión mística de nuestra fe.  

 “Todos estamos hechos para el encuentro con un Tú inagotable. Existe en cada persona una apertura última a la trascendencia, a Dios (…). En la medida en que nos unimos más con él, vamos siendo cada día más nosotros mismos, desarrollando nuestras posibilidades. La relación con Dios no nos anula, ni en ella nos perdemos, ni nos hace como un guante de su mano. Sino que nos propone ser servidores de su misión en la historia con toda su originalidad, como lo fue Jesús” (pág. 87).

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Editorial

Sal Terrae-Mensajero

Año de publicación

2010

Páginas

205

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