Ni la vida de Jesús ni su mensaje deben pasar de moda y cualquier intento de contarle de nuevo, con verdad y apasionamiento, como lo hace el autor, tiene que ser bienvenido y hemos de agradecerlo. Las tres apuestas fuertes de Jesús, por Dios y su Reino, por el valor de la compasión y por los últimos y desheredados, siguen siendo una provocación para nuestra vida y una urgencia para un mundo como el nuestro que se sigue moviendo en el abismo y la incomunicación entre los que nos sobra de todo y los que no tienen de nada. Como bien dice el autor, vivir bien, cerrando los ojos al sufrimiento de tantas y tantas personas, ya no es una cuestión sólo de injusticia, sino, sobre todo, de imbecilidad. Algunas puntualizaciones doctrinales de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la fe han llevado al autor, un sacerdote benemérito, a emprender una revisión del texto que será la que llegue a las manos del lector en sucesivas ediciones.
“…En una sociedad donde hay gente que vive hundida en el hambre o la miseria, solo hay una disyuntiva: vivir como imbéciles, indiferentes al sufrimiento de los demás, o despertar el corazón y mover las manos para ayudar a los necesitados. Así lo siente Jesús. Los ricos, que viven olvidados de los sufrimientos de los pobres, explotando a los débiles y disfrutando de un bienestar egoísta, son unos insensatos. Su vida es un fracaso”.