De obligada lectura el libro de Jesús Espeja, para todos aquellos que pretendan hacerse un diagnóstico serio y equilibrado de la situación de la iglesia, hoy, en nuestra sociedad española, y que quieran sacar las consecuencias oportunas de ese análisis, respecto a cuál tiene que ser la aportación de los cristianos en ella. Tal vez, se saca más jugo al libro si le empiezas a leer por el final (a partir de la página 130) volviendo después a los capítulos iniciales. Lo que muchos posicionamientos cristianos, a nivel social, dejan traslucir es una falta de fe madura y contrastada en el Dios de Jesús: un Dios que se siembra como Buena Noticia en el abrazo incondicional y definitivo que ofrece siempre a todo lo creado, también a la sociedad secularizada e indiferente, religiosamente hablando, de nuestro tiempo. ¿No tendría que empezar por ahí, siempre, nuestra aportación?
“Es duro ver cómo nuestras palabras religiosas a muchos nada dicen, y a pocos interesa el Evangelio, que para nosotros es lo más importante. Sin embargo en esta noche oscura es cuando uno aprende a vivir en actitud teologal, a crecer de verdad, a descubrir que uno mismo no es centro; a mirarse a sí mismo y a mirar a los demás desde Dios como único Centro. Presentido en la intimidad enigmática de uno mismo, anhelado en la búsqueda insaciable de felicidad que hoy respiran los seres humanos, barruntado en los reclamos de justicia que nunca se apagan, esperado en la terrible ausencia de libertad que muchos experimentan, y activo en el amor siempre sediento de plenitud”.