Estamos ante un libro que toca temas diversos aunque todos relacionados entre sí por un mismo hilo conductor: está en las manos de cada uno de nosotros afrontar las dificultades de nuestra época. Tras un recorrido sereno y extenso de las diferentes crisis que azotan nuestro tiempo, el autor reivindica la capacidad del individuo para tomar las riendas de su propia vida y poner lo que de él depende (más de lo que nos creemos) para salir adelante. En la última parte se nos ofrecen unas pistas inspiradas en el Evangelio, para ayudar a cada ser humano en su esfuerzo para construir un mundo más fraterno, más compasivo y más servicial.
“En nuestra cultura hay mucho de bueno. Hay unas raíces intelectuales y espirituales que permiten asomarse al mundo desde una profundidad honda (…).Hay, cierto es, asignaturas pendientes, desigualdades, problemas estructurales que requieren medidas profundas, y dimensiones de la vida humana que hoy llaman a un cambio. Pero es posible que tengamos en nuestras manos, si somos capaces de mirar con lucidez a nuestra historia y a nuestro tiempo, las herramientas que permitan enderezar el rumbo. La crisis, entonces, es un tiempo de tensión, de cambio, de prueba y de oportunidad. Como toda crisis, puede ser la ocasión privilegiada para alumbrar algo nuevo (y quizá mejor)” (págs. 68-69).