Francisco de Javier. El aventurero de Dios, de Pedro Miguel Lamet, es más que una novela histórica. Es un viaje en el tiempo a través de la vida de un hombre de fe que se atrevió a explorar los confines más lejanos del mundo. A medida que el mundo se abría a través de descubrimientos e interacciones culturales, Francisco de Javier se enfrentaba a su propia realidad. Una que, con todas las distancias posibles, no resulta tan alejada de la nuestra: siempre tan llena de conflictos, dudas, corrupción y todo tipo de ambiciones y sueños truncados.
Pedro Miguel Lamet te invita a un viaje de autodescubrimiento. Con su estilo narrativo detallado y personal, Lamet te invita a vivir la vida de Francisco de Javier, un hombre de fe y espíritu intrépido. El autor te sumerge en cada escena, desde la majestuosidad del castillo de Javier en Navarra hasta la sofisticación de la corte real, desde el momento de emotiva despedida en el puerto antes de embarcar hacia Asia hasta el frío amanecer en la cubierta de una nao frente a las costas de Ceilán. Lamet recrea la vida del misionero jesuita de manera que casi puedes saborear la salinidad del mar, sentir la brisa fresca del este y compartir las emociones y miedos que Francisco pudo haber experimentado en su gran viaje.
Esta novela te ofrece un viaje personal, que poco a poco revela las profundidades de la humanidad en cada paso del protagonista. Un viaje que te abrirá nuevas perspectivas sobre el mundo que te rodea, y quizás, sobre ti mismo.
«–Buscáis honra y gloria, Javier. Pero, a fin de cuentas, decidme: ¿de qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?
Aquella frase, que en el fondo era el secreto de su propia vida, fue como una bomba.
Le resonaban seguramente a Íñigo las palabras leídas en la Vida de Cristo del Cartujano durante su convalecencia de Loyola: «Agora sea honra de dignidad eclesiástica, agora sea honra de poder temporal o de sciencia o de otra calidad…».
¿De qué sirve? ¿De qué me sirve? ¿Dura y permanece todo eso?
Y vio a sus padres muertos después de tantos años de lucha por mantener su castillo en pie sobre las anchurosas tierras navarras, y vio tanto dolor inútil, tanta sangre derramada, tanto caballo desbocado, tanta herrumbrosa armadura arrumbada en los vertederos. ¿De qué sirve?»