Las cartas, escritas entre 2002 y 2005, nos hablan de una relación de mutua admiración, nos sumergen en realidades que son un grito, nos provocan inquietudes pequeñas o inabarcables, y todo ello con una riqueza de metáforas que lo convierten en uno de esos libros que hay que leer con el lápiz de subrayar siempre a mano. Y tal vez con un pañuelo también, que ese bofetón conmueve entrañas.
«Este es el siglo más injusto de la historia porque podría ser el más justo […] Alrededor de este hospital la ciudad de N’Zérékoré yace a oscuras, y después, toda Guinea yace a oscuras, y más allá la inmensa África yace a oscuras, y detrás, aunque no lo parezca desde allí, la Tierra entera yace a oscuras, y por mucho que alumbren miles de millones de bombillas, mientras Pascal no mejore permanecerá a oscuras. Más te vale, te lo advierto con el puño apretado, que este niño no muera».