La excusa del centenario del nacimiento de Miguel Delibes debería valernos para leer/releer toda su obra. Pero quizás merezca la pena comenzar por El Camino por ser una de las piezas maestras no solo de su autor, sino de la literatura contemporánea, y por todo lo que remueve.
Esta novela nítida y nostálgica nos zambulle, de la mano de un adolescente, en la cotidianeidad y las historias de los principales personajes de un pequeño pueblo aislado entre montañas que no nos es extraño a ninguno de los lectores. Si bien a los castellanos este libro ha de encogerles aún más el corazón a cada línea, no hace falta haber pisado un lugar así para reconocer sus paisajes, a sus habitantes y sus intrigas. Porque El Camino no relata simplemente tramas puntuales de personajes concretos, sino que recorre espacios y lugares comunes.
A través de los recuerdos de el Mochuelo, Delibes toca en esta novela los temas principales de su obra, tan de actualidad hoy en día, 70 años después de su publicación: la idea de progreso, la importancia de la conservación de la naturaleza, el medio rural y su cultura, la moral instrumental, el rol de la mujer o el papel de la Iglesia en la sociedad.
Amanece el día de la partida y las páginas del libro terminan, pero la historia queda abierta. Porque El Camino, como su título indica, muestra en perspectiva de dónde venimos y adónde vamos, invitando a una reflexión serena y profunda. Con todo el miedo, el desagarro y el inconformismo juvenil, pero también desde la sencillez de la mirada de un adolescente. Porque «las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así».