Irán arde a propósito de la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, tras pasar por una comisaría de la policía moral que le había detenido por no llevar bien puesto el hiyab obligatorio para la mujer en público. En el momento de redactar este comentario, la cifra de muertos en las protestas por todo el país arroja un balance de 35 muertos y varias decenas de heridos. El régimen teocrático que gobierna desde la revolución islámica que destronó al sha en 1979 ve comprometido su poder si consiente esta rebelión de los velos protagonizada por las mujeres en una sociedad fuertemente impregnada de signos externos de religiosidad.
Está claro que sus defensores, tanto varones como mujeres, consideran la vestimenta femenina como un signo inamovible del carácter islámico de la sociedad iraní. Para las capas más secularizadas, principalmente en las grandes ciudades del país con acceso a internet, no deja de ser un signo más que controvertido y así lo vienen expresando en las protestas de la última semana.
En el aluvión informativo de los últimos días, me quedo con una expresión que le leí a Rana Rahimpour, presentadora iraní-británica del servicio en farsi de la BBC. Sostenía que mucha gente «profundamente religiosa» piensa que llevar el velo «tiene que ser una elección». «Deja de ser religión cuando se obliga», recalcaba.
El razonamiento centra el debate en torno a la libertad individual. Los ayatolás del Islam chiíta saben que la elección en el vestir desencadena las ansias en otros terrenos, como el siempre resbaladizo de las creencias personales. Por eso se aferran a las prohibiciones, para no ver resquebrajado su poder sobre una sociedad nominalmente religiosa. El profeta Isaías lo expresó mejor que nosotros siete siglos antes de Cristo: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». El único motor de la fe –de una fe que no sea mera apariencia social, sino expresión del espíritu– es la libertad. La policía de la moral colectiva puede imponer un código de vestimenta, pero nunca una creencia religiosa.