Tanto dentro como fuera de la Iglesia se oye decir que el Papa León no está hablando demasiado, y que, cuando lo hace, no dice nada nuevo. Algunos, con una ironía venenosa, se atreven a afirmar que llevamos unos cuantos meses con un papa desaparecido.

Quizá por eso, desde hace unas semanas, estoy intercambiando con una buena amiga muchos de los discursos y textos de León XIV. En ellos encontramos, no sólo continuidad con el magisterio del Papa Francisco, sino sobre todo una gran profundidad y actualidad. Pero a ambos nos llama la atención que, incluso algunos de ellos ni siquiera han sido traducidos al castellano. Por ejemplo, su impactante invitación a oponernos a la cultura de la impotencia con la cultura de una reconciliación que repara tratando con delicadeza aquellas heridas que sangran, de su mensaje para el proyecto “Gestos de acogida”.

Por eso, conscientes de que el mundo se cambia fundamentalmente en lo concreto, hemos decidido dar a conocer estos mensajes en lo que esté de nuestra mano. En mi caso, en encuentros, reuniones, clases, oraciones y homilías. Donde me encuentro con la sorpresa de que la mayoría de la gente queda, no sólo impactada al leerlo, sino también con ganas de conocerlo y darlo a conocer más.

Creo que como católicos tenemos que romper con esa actitud tan de nuestro tiempo como es la de esperar a que sean otros los que hagan que la información llegue hasta nosotros. Y debemos animarnos a conocer el pensamiento del Papa que Dios nos ha regalado, sin comparar periodísticamente su estilo, su ánimo o su modo de moverse y expresarse con el de su predecesor, sino más bien buscando aquello que el Espíritu quiere decirnos a través de él.

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