En la vida a veces pierdes. Incluso cuando crees no merecerlo. Te rechaza la persona de la que estás enamorado. Te suspenden en un examen importante. Te echan del trabajo. Una enfermedad acaba con sueños o esperanzas. No logras concluir un proyecto en el que habías puesto mucha ilusión… Hay tantas posibilidades de derrota en cada camino…
Los sub-21 han quedado segundos. Perdieron la final. “Solo” ganaron la plata. Si el resultado hubiera sido el contrario, las entrevistas e imágenes de celebración, éxito, brindis y felicitaciones hubieran durado más de un día en los medios. En cambio, con un segundo puesto, la memoria de este Europeo se diluye mucho más rápido.
Pensando en estos jugadores, creo que pueden aprender mucho más de la plata que del oro. Y casi me alegro un poco por ellos de esta derrota. Porque ya bastante aplaudidos, adulados y jaleados están por periodistas, muchedumbres, medios y empresarios futbolísticos, que los ensalzan y endiosan cuando aún son muy jóvenes para procesarlo. Y en estos casos, o tienes detrás alguien que te recuerde lo importante (como hizo Toni Nadal con Rafa desde el principio de su meteórica carrera deportiva), o te puede cegar el brillo de los flashes y volverte un narcisista convencido de que tú, y solo tú, vales lo que no está escrito.
La derrota es mucho más maestra. Te recuerda que a veces, por muy bueno que seas, la suerte no acompaña. O que hay alguien mejor que tú, y eso no es drama, sino perspectiva. Enseña que los resultados requieren tiempo, esfuerzo y perseverancia. Si lo has ganado ya todo a los 20, tal vez creas que la vida es más fácil de lo que es. O pierdas alicientes para pelear de verdad por alcanzar objetivos que te vayan construyendo por dentro.
Cuando Ruth Beitia ganó la medalla de oro en las Olimpiadas de Brasil, a los 37 años y tras una carrera plagada de esfuerzos y decepciones, pudimos descubrir en su alegría tranquila, sus celebraciones sencillas y sus declaraciones llenas de madurez, una sabiduría forjada en las caídas y la capacidad de resistencia. Por eso, lo que hay que decirles a estos jugadores sub-21 es que no se preocupen mucho por la derrota. Y que sigan luchando para encontrar su lugar, y para vencer –pero sabiendo que el fracaso es parte del camino–.