La velocidad con que se suceden las noticias es una dinámica contra la que es muy difícil luchar. Basta echar un vistazo a este mes de agosto para darnos cuenta de cómo, hasta en un mes donde aparentemente hay poca carga informativa –al menos en España, cuando mucha gente está de vacaciones–, en realidad hemos ido saltando de unas historias a otras sin pausa. Tan pronto estamos sacudidos por el ébola como por la violencia de Irak. Nos desayunamos con las medallas de la natación española, y a la cena vemos al último fichaje del fútbol debutando con su equipo. Hemos visto a Obama anunciando bombardeos, Gaza destruida, a Merkel peregrinando. Los sumarios judiciales de la corrupción siguen engordando. Un terremoto zarandea San Francisco y otro hace temblar Chile. Boko Haram sigue impune. En la radio suena Enrique Iglesias. El Papa clama por la paz en Ucrania. Continuan las oleadas de inmigrantes llegando a las fronteras. Las noticias nos hablan del número de turistas que visitan España, de la enésima víctima de violencia de género, o de otro episodio de balconing. Suma y sigue.
Me viene todo esto a la mente al leer que el presentador ecuatoriano Alfonso Espinosa de los Monteros entra en el Guinness por cumplir 47 años ininterrumpidos al frente de un noticiario en Ecuavisa. Un récord que, a este paso, seguirá así hasta que Jordi Hurtado cumpla 48 al frente de ‘Saber y Ganar’.
Piensa uno en las pocas cosas que permanecen. Y en cómo la velocidad y la acumulación se han convertido en los mayores aliados de la impunidad. Pareciera que vivimos en una tragedia griega posmoderna, donde cada episodio, desconectado del resto, cuenta con un coro de opinadores que –vía redes sociales o comentarios virtuales– desmenuzan lo sucedido, para pasar, a continuación, a otro capítulo. Uno quiere gritar, pedir una pausa, exigirle al tiempo que vaya más despacio. Pero eso es imposible. Así que no nos queda otra que aprender a rescatar, en este torbellino vital y mediático, lo que no debe caer en el olvido. Para que lo único que permanezca no sean los presentadores del telediario, y los eternos pobladores de las listas de los poderosos.