El otro día en el gimnasio un amigo me pregunto: ¿Por qué siempre haces 11 repeticiones por ejercicio?. Entonces le presente mi “teoría del 11”.
Normalmente, cuando estamos haciendo un ejercicio en el gimnasio o cualquier otra actividad deportiva y tenemos que hacer unas repeticiones o estar un tiempo determinado realizando esa actividad, siempre aparece, en algún momento, la tentación de dejarlo antes de tiempo, incluso, si decides hacerlo, la tentación de hacer la última repetición rápido y mal para acabar antes.
Una molesta voz interior surge dentro de nosotros nos insiste una y otra vez que no pasa nada por dejarlo antes de llegar a la décima repetición (o andar hasta donde te habías comprometido, o estudiar el plazo de tiempo que te habías marcado). Es una batalla contra uno mismo que no siempre es fácil de combatir.
San Ignacio de Loyola, que sabía de la dureza de esa batalla, pone en el libro de los Ejercicios Espirituales (nº 12) que el tiempo de oración debe de ser de una hora; y más adelante (nº 13) advierte que, en tiempo de desolación, cuando es más difícil cumplir esa hora, “la persona que se ejercita para hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar algún tiempo más de la hora cumplida, porque no solo se acostumbre a resistir al adversario sino incluso a derrocarle.”
Aplicando la sabiduría ignaciana al mundo deportivo, sigo “la regla del 11”, es decir, cuando quiero rebajar las repeticiones, o el tiempo de entrenamiento, añado una repetición más, para luchar contra el “adversario y derrocarle”, como decía San Ignacio.
Quizás, en tu vida, esa molesta voz interior también te afecta en tu trabajo, relaciones personales o vida de fe, mi consejo es que apliques “la regla del 11”, funciona.