A mí no me importa demasiado que la selección pierda. Entendámonos bien, como a cualquiera, preferiría que gane, y además que lo hiciera jugando bien. No me va la vida en ello, pero me gusta seguir un campeonato, y he celebrado algunas victorias en el pasado, sin excesos, del mismo modo que he lamentado algunas derrotas, sin drama. De hecho, recientemente comentaba en otro post que, con el ciclo de victorias de 2008 a 2012 aún tengo satisfacción acumulada para vivir un poco de rentas y alegrarme de haber vivido aquello, especialmente la victoria en el Mundial de Sudáfrica. Así que, lo dicho, no voy a cargar contra la selección por limitarse a hacer pases y no conseguir rematar.
Pero lo que no puedo soportar es este estilo que se ve en el vídeo. Ocurrió el pasado 19 de junio cuando la selección salía del hotel para ir al campo donde jugaría contra Polonia. Esa displicencia arrogante, esa indiferencia a la ilusión de tanta gente que espera. Alguno de ellos hace un tímido saludo. La mayoría, frialdad absoluta. No puedo entenderlo, la verdad. ¿Alguno lo justificará diciendo que es para no perder la «concentración»? Pues entonces diría que el equipo técnico debería dedicar alguno de los abundantes recursos de que disponen para contratar a un terapeuta que les ayudase a superarlo. ¿Otros dirán que son instrucciones del técnico? Pues si es así, aparte de mandar a freír puñetas al técnico, me parece que deberían mostrar un poco más de personalidad negándose a ser unos bordes. Y si es que son así, que maduren o se vayan a casa. Porque la sensación que da es que estos son jóvenes mal educados, acostumbrados a que la gente les idolatre, y se creen ahora aquello de «porque yo lo valgo». Se creen que son el no va más. Que el cariño se responde con pasotismo, y los aplausos con un ceño fruncido.
Lo peor es que, con la que se ha montado (porque este vídeo se está viralizando), probablemente la próxima vez que salgan del hotel serán todo muecas, selfies, autógrafos y sonrisas amables. Pero nos quedaremos con la sensación de que se deba a una charla del entrenador o a una estrategia de relaciones públicas.
Y esto, como todo, se vuelve oportunidad. Para reflexionar sobre los modales, el saber estar, la necesidad de amabilidad y respeto en las relaciones personales. Esto se aprende desde pequeños. Se llama buena educación.