En pocas semanas Ucrania ha pasado a ser el centro de atención por el cambio de gobierno y por la amenaza de Putin de intervenir militarmente. Está en juego si Ucrania quiere seguir fiel a su antigua alianza con Rusia o si prefiere cambiar de pandilla para entrar en la Unión Europea, con todas las consecuencias económicas, militares, energéticas y políticas que ese cambio conlleva.
Putin es para unos el líder que está devolviendo a Rusia al primer plano geopolítico. Y para otros el potenciador de una oligarquía de billonarios rusos que controla la prensa, reprime regiones como Chechenia y que está promulgando leyes que fomentan la discriminación contra los homosexuales.
La Unión Europea, cuna de la civilización occidental, es el sueño hecho realidad de una Europa rota tras las guerras mundiales. Pero también es hoy el lugar donde los partidos de extrema derecha más crecen, con propuestas como la de Coûteaux, del Frente Nacional francés de concentrar a los gitanos en “campos” para recuperar la “dignidad nacional”. También desde Europa el ministro de interior español está preocupado por hacer más altas las fronteras para que no nos “invadan” los africanos.
Hay muchos elementos en juego y muchas percepciones. Y uno se pregunta si cuando los líderes juegan sus cartas piensan en los millones de ucranianos que están asustados con la idea de que en cualquier momento estalle la guerra en sus calles.