En 2002, Europa quedaba conmocionaba por el pase a segunda ronda de Jean-Marie Le Pen en las elecciones presidenciales franceses, tan solo 60 años después de que la barbarie totalitaria sometiera a casi todo el viejo continente. Dos décadas después, su hija y sucesora –para que comprendamos el pelaje de algunos partidos– volvía a pasar de ronda otra vez. Y quizás la novedad no es su pase, sino el hecho de que los partidos populistas, tanto de derechas como de izquierdas, hayan sumado casi la mitad de los votos (aproximadamente: Marine Le Pen, 24%, Mélenchon, 20% y Zemmour, 7%).
Seguramente, lo más dramático no es el resultado, lo asombroso es que ya no nos sorprenda, y se suma así a la triste lista de turbulencias democráticas como el Brexit, la elección de Donald Trump o la figura de Vladimir Putin entre otras. Y siempre el mismo patrón, tanto en la izquierda como en la derecha: la figura del político salvador, la canalización del descontento popular, el ataque a las instituciones europeas, la criminalización y exclusión de ciertos colectivos, el lenguaje violento, la utilización de la religión –tanto a favor como en contra– y, por supuesto, los guiños y la nostalgia hacia los totalitarismos, insisto, tanto de izquierdas como de derechas.
Poro otro lado, lejos de asustarnos por lo que ocurre en el resto de Europa, debemos recordar que en España los extremos de ambos signos campan a sus anchas en nuestros gobiernos y parlamentos, y que están lejos de ser una pequeña excepción. Y quizás hay una parte de inmadurez del resto de partidos –esto no se puede negar–, demasiado absentismo, especulación a la hora de dirigirse a las urnas y bastante desafección. Por tanto no será descabellado ver que de tanto jugar a la ruleta rusa, a algún gran país europeo le toque perder. Y aquí sí perdemos todos. Entonces nos echaremos las manos a la cabeza y nos preguntaremos cómo narices hemos llegado hasta aquí.
Y lo que más cuesta entender es que con una guerra como telón de fondo, mientras Ucrania defiende Europa con la sangre de sus hijos, algunos países de la Unión Europea sufran tanto para proteger la democracia con la fuerza de sus votos.