Una de las cosas que en cuanto humanos más nos cuesta es afrontar una nueva semana laboral o estudiantil, tras un madrugón notable (respecto al domingo) y quizá por haber trasnochado la víspera a causa de tareas acumuladas durante el fin de semana, que por la ineludible necesidad de descansar o pasarlo bien, tal vez no hayamos logrado acabar a tiempo el viernes o sábado.
¿Qué es un lunes? Ante todo y sobre todo, un día de la semana: el primero según el calendario civil, el segundo según el calendario religioso (eclesiástico católico, pues nuestra semana comienza el domingo, por celebrar el día del Señor). La palabra lunes proviene del latín vulgar [dies] lunis, variante por alteración del latín dies Lunae ‘día de la luna’.
¿Existen remedios para el lunes? Lo cierto es que ese día tal vez nuestro humor se vea más alterado, por estar emocionalmente más delicados, o incluso nuestra vida interior sufra más vaivenes de lo previsto (por cierto, para trabajar esto, son bien valiosos los Ejercicios Espirituales de San Ignacio: versión original o adaptada a los tiempos actuales). Básicamente, podemos aprovechar para «pensar que al lunes siempre le sigue el martes», o que «no será lunes toda la semana», que «los findes eternos tampoco tendrían sentido, pues necesitamos de la rutina semanal para desarrollarnos» o imaginarnos una hermosa y pacífica luna llena, de estas que inspiran películas fantásticas (en ambos sentidos). En cualquier caso, en lunes se puede aprovechar para «amar a Dios con más intensidad, con una luz de fe que brilla más en medio de la noche».
La esperanza siempre está ahí, pues la vida siempre tiene sentido, aunque este a veces permanezca oculto y como oscurecido por las circunstancias. Otra cosa es lo que sintamos de forma personal. Y es que, aunque también los lunes tengan sentido, solemos experimentar la esperanza cualquiera de otros días.