Llego a casa agotada, con ganas de sofá y de una sonrisa, pero toca poner lavadora, pensar en la comida para mañana, llamar a la familia y cuando llega la hora del telediario, las noticias. No sé en qué momento de mi existencia las agencias de calificación entraron en mi vida, como ha ocurrido que al ir por la calle recuerdos sus nombres…Y junto a ellas y sus notas, la palabra crisis atraviesa Europa, los gobiernos, las administraciones, las empresas, los negocios y por supuesto las familias, sin contar las crisis personales y existenciales que esas son de toda la vida.Apago el televisor, y siento lo escuchado. Corrupción, malversación de fondos públicos, fraude, falsedad documental……Ufff. Dónde queda la esperanza me pregunto.
Sentada en el sofá viajo un par de semanas atrás, a Ecuador, más allá de mi ombligo y de nuestras fronteras, allá donde las crisis son parte del paisaje desde hace mucho, creo que de toda la vida, y me siento junto a María que vive arriba del cerro, en Quito, por encima de la línea de agua, donde los servicios básicos no llegan.
Y me acuerdo como me contaba con enorme ilusión a sus 80 años que está aprendiendo a leer y a escribir, aunque para eso tiene que subir y bajar cerros todos los días.