¿A qué te dedicas Ana? -me preguntan cuando vuelvo de visita a mis raíces sureñas-, y siempre respondo: “Trabajo en una ONG haciendo proyectos de cooperación”. Lo que va seguido de una mirada de cariño, que al poco tiempo se convierte en una de extrañeza, como si fuera una profesión por definir.Y de alguna manera, así me siento. Por una parte, la suerte, la inmensa suerte diría yo de poder dedicar mi ilusión, vocación y capacidad de trabajo a lo que más me gusta y me aporta VIDA. La esperanza y la emoción de trabajar por aquello en lo que creo, por aquello por lo que vivo, la posibilidad de poder ayudar y apoyar a la gente a cambiar su REALIDAD y, por qué no decirlo, a cambiar también la mía. Por otra parte, la duda. Porque a veces una pierde la perspectiva, la visión de las cosas, los sueños quedan lejanos, se nublan los rostros de los protagonistas de esta historia entre informes, formularios, correos, reuniones, pantallas de ordenador, y papeles y más papeles. ¿Para qué tanta burocracia?

¿Para qué?, te preguntas, cuando lo que hay que hacer es ir allá a arremangarse, a abajarse, a ensuciarse las manos, a estar al lado de los que sufren, a dejarnos empapar por ellos y por sus vidas. Y no aquí, tras la pantalla de un ordenador que me defiende de tanto sufrimiento. Surgen momentos de controversia, de cansancio, de desilusión, que muchas veces se extienden a tu vida personal a través de un interrogatorio en forma de imágenes de telediario, de artículos de periódico, de reportajes dominicales y revistas que te hacen preguntarte sobre las diversas realidades de este mundo. Pero luego llegan las historias de esperanza, de lucha, de superación, de amor por los demás, de ejemplos de vida. Los recibo y vivo cada día a través de la red que une a este mundo globalizado, a través de aquellos que trabajan contigo con una fe y una fuerza inagotable, y a través de la gente que viene del otro lado de la frontera con historias de múltiples realidades reflejadas en unos ojos cargados de dolor, miedo, y también de fe e ilusión, y que comparten contigo toda esa carga, esa realidad.Y es ahí cuando se disipa toda duda, y es ahí cuando lo entiendo, cuando le encuentro sentido haciendo mía una idea de Ignacio Ellacuría, “ocuparse de la realidad”

La próxima vez que baje al sur y me pregunten: “¿A qué te dedicas, Ana?”, utilizaré esta frase para que conteste por mí: “¿Que a qué me dedico?: A LA REALIDAD, ¿Y TÚ?”.

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