Harry echó otra ojeada a aquel ente en carne viva que temblaba y emitía ruiditos bajo la apartada silla.
—No te den lástima los muertos, Harry, sino más bien los vivos, y sobre todo los que viven sin amor. Si regresas, quizá puedas evitar que haya más muertos y heridos, más familias destrozadas. Si eso te parece un objetivo encomiable, entonces tú y yo nos despediremos hasta la próxima.
Harry asintió y dio un suspiro. Abandonar el lugar donde se hallaba no resultaría tan difícil como entrar en el Bosque Prohibido, pero aquí se estaba cómodo, caliente y tranquilo, y él sabía que si regresaba se enfrentaría de nuevo al dolor, al miedo y la pérdida. Por fin se levantó. Dumbledore lo imitó y ambos se miraron largamente a los ojos.
—Dígame una última cosa –pidió Harry–. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
Dumbledore lo miró sonriente, y su voz sonó alta y potente, pese a que aquella reluciente neblina descendía de nuevo e iba ocultándole el cuerpo.
—Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?
J.K. Rowling, Harry Potter y las reliquias de la muerte