[Reivindicando a Harry Potter]. A principios de septiembre leía con perplejidad que «exorcistas aconsejaron a un sacerdote de una escuela de Nashville, Estados Unidos, que prohibiera los libros de Harry Potter por temor a que las populares novelas infantiles pudieran utilizarse para convocar espíritus».
Podemos encontrar muchas y muy distintas opiniones sobre Harry y sus amigos: desde los que toman estos libros como una especie de nueva Biblia, hasta los que consideran que estos libros constituyen una apología del satanismo y de las ciencias ocultas. Sin embargo, estos libros son nada más (¡y nada menos!) que una parábola sobre el mundo, sobre el ser humano, sobre la educación…
Nos hablan del paso de la infancia a la adolescencia, de la herencia del pasado y de la esperanza del futuro. Nos hablan de cómo conocernos a nosotros mismos y de cómo conocer al mundo. Nos hablan de la vida diaria, de la familia, del amor, de la amistad, de los sentimientos humanos… Nos hablan del estudio, de las ‘filias y las fobias’ de estudiantes y de profesores, nos hablan del largo camino de la educación. Nos hablan del bien y del mal, de la igualdad entre todos los seres humanos, nos hablan de la dureza de la vida, del dolor, de la muerte, pero también, y sobre todo, de la belleza de la vida que, si algo merece, es ser vivida. Y nos hablan sobre una fuerza que nada puede vencer, el amor.
¡Claro que las lechuzas no pueden ser carteros! ¡Por supuesto que los dragones no existen! ¡No hay un andén 9 y ¾ en ninguna estación de tren del mundo! Pero lo que sí hay, como lo ha habido siempre, es un anhelo de amistad, de luchar por causas justas, de sentir el amor de nuestros padres, de soñar un futuro mejor, de gritar que la vida merece la pena ser vivida.
De esto nos habla Harry… El secreto está en saber escuchar. Quizás determinados exorcistas deberían hacérselo mirar. Porque parece que algunos no pueden vivir sin miedo a Voldemort…