Hace un par de noches, en la final de la versión española del enésimo programa de captación de talentos ganó un concursante de pseudónimo «el tekila» y se armó un gran escándalo, que por otra parte, es lo que buscan muchos programas. El jurado Risto Mejide abandonó el plató con cajas destempladas cuando el susodicho tekila pasaba al trío finalista. El público abucheaba. Al final el tekila ganó. La polémica viene porque no parece que sea ni el más talentoso ni un gran artista, con todo el respeto para él, a quien ni conozco ni tengo derecho a valorar, pues no lo he visto. Para rematar la faena, al día siguiente salta a los medios la noticia de que han sido los usuarios de forocoches, un foro donde se habla de todo, quienes decidieron dar el empujón al estrellato a este concursante, no por su talento, sino por una mezcla de burla a tele5, boicot al programa, y supongo que para demostrar que pueden.
Hasta ahí llega la historia, que es anecdótica y se olvidará en dos días, como tantas otras. Pero invita a reflexionar sobre la manera en que nuestra sociedad parece estar perdiendo la noción del verdadero talento, sustituido por el espectáculo. Probablemente hay mucha gente que son verdaderos artistas, creativos, geniales, únicos en nuestro mundo. Pero cada vez más los focos se posan sobre lo estridente, la astracanada o el absurdo. El talento no se acrisola en largas historias de formación, sino en repentinos saltos al estrellato, a menudo un espejismo. Y tampoco tenemos conciencia, demasiado a menudo, de lo que cuesta llegar a ser excelente en algo. De toda esta historia, lo que me hace pensar es la cantidad de gente que habrá votado en este concurso porque le hacía gracia boicotearlo (si ese fue el caso), sin pararse a pensar, ni por un momento, en el talento ninguneado de los otros concursantes.
El talento no es banal, ni debería ser motivo de burla o indiferencia. El talento es lo que nos hace poner capacidades distintas al servicio del bien común. Y a menudo conlleva, no solo un virtuosismo innato, sino también esfuerzo, dedicación, aprendizaje y tiempo para sobresalir y alcanzar la excelencia. Si no somos capaces de verlo, reconocerlo y apoyarlo, terminaremos generando un mundo donde solo la mediocridad tenga sitio.