La actualidad cultural anda revuelta por la aparición de unos tuits antiguos de Karla Sofía Gascón, a raíz de su candidatura al Oscar a la mejor actriz y todo lo que ha venido después. El ascenso y la caída de una persona puesta como ejemplo y referente por políticos y colegas del mundo del espectáculo en unos días y repudiada de la noche a la mañana por decir barbaridades políticamente incorrectas en las redes sociales hace unos años.

Me pregunto si este no es un ejemplo más del puritanismo que envuelve nuestra sociedad. Y es que las inquisiciones actuales ya no tienen que ver tanto con la religión sino con determinadas ideologías, sobre qué puedes o sobre qué no puedes hablar, o contra quién puedes o contra quién no puedes estar en contra. Y eso de la noche a la mañana hace que se “empañe” -por utilizar palabras del ministro de cultura- cualquier obra, persona o trayectoria. Y es que una costumbre propia de las ideologías está en jugar al todo o nada, y así no se salva nadie, porque ninguno somos perfectos ni coherentes al cien por cien.

Dice el papa Francisco que todo santo tiene su pasado y todo pecador tiene su futuro y que la «realidad está por encima de la idea». Seguramente, Karla Sofía Gascón no era una persona tan ejemplar hace unas semanas como algunas ideologías decían ni tan mala ahora mismo como las mismas ideologías dicen afirmar con rotundidad. Lo que está claro es que ha sido proclamada heroína y villana en un abrir y cerrar de ojos por un sistema sometido a los vientos de algunas ideologías y que hace oídos sordos a conceptos claves como el perdón, el pecado, la dignidad humana, la esperanza, la libertad de pensamiento o la conversión. Y que lejos de buscar el bien, la belleza y la verdad, solo quieren víctimas para darse la razón a sí mismas a base de instrumentalizar a las personas, ya sea ensalzándolas en el pódio del superlativo o defenestrándolas sin mucho pudor.

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