Si hiciésemos una lista de los deportistas famosos más queridos seguramente hubiese un rasgo común en todos ellos: la humildad. Cuando en diferentes momentos de la historia se han dado grandes rivalidades entre atletas que sobresalen, siempre generó más simpatía aquel más humilde. Recientemente los todopoderosos All Blacks (selección nacional de rugby en Nueva Zelanda) han caído en la Copa del Mundo 2019, pero han sido los grandes dominadores del rugby internacional durante más de diez años, ganándolo todo y consiguiendo el récord histórico de partidos consecutivos sin perder. Y todo nace del fracaso que tuvieron en el campeonato del mundo de 2007 tras el cual, su seleccionador Graham Henry, cambió drásticamente sus fundamentos y modos de funcionar. Comenzó por lo que llamó Sweep the Sheds, haciendo que tras cada partido y entrenamiento las grandes estrellas mediáticas, escoba y fregona en mano, se ocupasen de la limpieza del vestuario: barro, vendas, camisetas, toallas… todo debía quedar tan limpio como lo encontraban. Y así trabajó no tanto sobre el talento personal, sino sobre la persona y el carácter, convencido de que sin buenas personas no habría buen equipo: «Better People, Make Better All Blacks».

Con los compañeros de equipo y con los rivales hay que aprender a no verse por encima ni por debajo: donde quiera que se juegue, se haga parte de un equipo exitoso o no, sean cuales sean los títulos conquistados, sea capitán o mero principiante, entrenador o utillero… Y en la vida, para ser mejor persona, para no frustrarse por creerse más de lo que se es, para poder servir mejor, para ganarse el respeto de los demás, hay que ser humilde. «Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: ‘Amigo, sube a un puesto superior’. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados. Pues quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado.» (Jn 14, 10-11). Y ambas dimensiones están relacionadas: el deporte ayuda a ser más humilde, y la humildad ayuda a ser mejor deportista.

Y es que el deporte en sí conlleva una dinámica que invita a la humildad: porque nadie ha ganado y ha sido el mejor siempre, porque todo deportista ha vivido el fracaso y la limitación, y porque todos –aunque el éxito deportivo está lleno de esfuerzo– saben que no todo depende de ellos sino que las capacidades físicas y mentales les fueron regaladas. Sabemos que humildad viene de ‘humus’ –capa orgánica que hay en la superficie del suelo– y es que en la vida como en el deporte se hace necesario tener los pies bien plantados en el suelo, siendo capaz de reconocer los propios dones sin vanagloriarse, y las propias fragilidades sin castigarse.

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