“Al principio… la tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo…”. Resuenan una y otra vez las primerísimas palabras de la Escritura.

Resuenan cuando uno contempla las imágenes devastadoras del dolor que tan duro ha golpeado a nuestra tierra valenciana. Resuenan cuando uno ve cómo las vidas han perdido su forma y han quedado llenas de lodo y vacío. Resuenan cuando uno contempla cómo las tinieblas han cubierto las vidas de tantos que han perdido tanto, de tantos que lo han perdido todo, de tantos que se han perdido. Resuenan las palabras del Génesis. Resuenan, atronadoras. Pero después, el silencio.

Y, tras el silencio, comienzan a sonar tímidamente palabras un poco posteriores: “Y creó Dios al hombre a su imagen… varón y mujer los creó… y les dijo Dios: «Sed fecundos… llenad la tierra y sobreponeos…”. Y van dejando atrás la timidez y resuenan, atronadoras.

Resuenan las palabras cuando uno ve las imágenes de tanto militar, policía o bombero entregado día y noche a rescatar a sus hermanos. Resuenan cuando uno recibe mensajes de jóvenes ansiosos por echar una mano. Resuenan cuando en la respuesta de tanta gente buena uno ve esperanza en medio del dolor. Uno ve hijos de un Dios que del vacío y de la nada hizo un mundo bueno. Hijos entregados a la tarea de reconstruir esa obra. Porque cada gesto de servicio es fecundo y abre brecha con su sencilla luz en medio de las tinieblas. “Sed fecundos y sobreponeos… sabed que yo estoy con vosotros”.

María, Mare de Déu dels Desemparats, Mare d’esperança, prega per nosaltres.

Foto: KIKE TABERNER

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