Hay un periodista que los domingos en un semanario analiza una foto, la interpreta. Me parece un hermoso ejercicio, también arriesgado. Algo así me ha pasado esta semana cuando he visto la foto oficial del 90 cumpleaños de la Reina Isabel II de Inglaterra. En la imagen oficial se le puede ver acompañada de sus tres herederos: su hijo Carlos, su nieto Guillermo y su biznieto Jorge. Al contemplar la foto no he podido evitar hacerme preguntas del tipo ¿De qué son herederos? ¿Dónde queda la libertad? ¿En qué mundo heredado crece ese pequeño? Esas mismas preguntas en otro grado, claro está, me sale formularlas para el resto de la humanidad.
Me pregunto de qué somos herederos. Pues creo que somos herederos de multitud de cosas que van desde unos ojos achinados, a enfermedades, sonrisas, deudas, dinero o propiedades, herederos de culturas milenarias, de sabiduría acumulada, o de la misma tierra y del aire que respiramos. ¿Dónde queda la libertad? Hay herencias que nos ayudan a crecer en seguridad, e incluso a andar más ligero de peso. Nacer en un país donde las libertades civiles y políticas, por ejemplo, están “garantizadas” es heredar libertad. Pero no toda herencia nos hace libres, muchas de ellas nos encorsetan, nos dictan lo que debemos ser y hacer, y hasta nos acomodan. Es ahí donde desde la fe que nos hace libres tenemos que preguntarnos cómo se concreta el deseo de Dios para cada uno de nosotros, porque eso me temo no se hereda. Somos hijos e hijas únicos.
A la pregunta de en qué mundo heredado crece el pequeño Jorge, las respuestas son múltiples, y es que hay herencias individuales, pero también hay herencias comunitarias. Me pregunto si apreciamos y defendemos de igual manera estas herencias que no nos pertenecen como individuos, sino como humanidad. Me pregunto si somos conscientes.
El pasado 22 de abril fue el día de la tierra, que como expresa el papa Francisco en la encíclica Laudato sí “es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos (…) Cada comunidad tiene el deber de proteger la tierra y de garantizar su fertilidad para las generaciones futuras”. Me digo al contemplar la foto, que quizá esta sea una de las herencias más hermosas, la que nos invita a salir de nosotros para pensarnos e integrarnos en un todo.