Hace unos días veíamos la recepción del 12 de octubre, día de la Hispanidad, en el Palacio Real. Delante de los reyes de España y de la princesa Leonor, pasó un desfile de personalidades, muchos de ellos “haciendo reverencia”.
Más allá de reyes y diplomáticos, la reverencia hace referencia a un valor importante en nuestra vida: el respeto. Algunos creen que en las generaciones más jóvenes se perdió y en las mayores, algo olvidado. Este gesto de reverencia evoca, incluso corporal, una veneración. Se trata de reconocer a ese “alguien” como digno, con grandes virtudes o por lo que puede representar o recordar.
Me dejo cuestionar: ¿Ante quién o ante qué hago reverencia? En los tiempos que corren, donde vemos disputas continuas en quienes nos representan, ciertas falsedades publicadas con descaro en las redes, descontinuos desprecios… pide de nosotros repensar lo respetable. Reconocer quién para nosotros hoy es modelo a venerar y qué se merece esa inclinación. Me surgen algunas imágenes en mi mirada creyente: el inmigrante en las costas canarias, la anciana sola en la residencia viendo en la 2 la misa dominical, el niño feliz en la puerta del colegio, el joven soñando en su futuro… y así tantos rostros que esconden algo de la Presencia más divina de un Dios que quiere ser para nosotros modelo de dignidad.
No va de reconocer quién padece más. Es saber inclinarnos, de cuerpo y espíritu, ante aquellos que nos evocan algo de Dios. Personas, lugares, situaciones que nos sitúan ante la realidad de una humanidad traspasada por la Bondad Infinita de Dios.
Hagamos una renovación de nuestros gestos. Seamos más propensos a la reverencia ante quién nos acerca algo de la Presencia divina. Exige algo de nosotros. una mirada evangelizada. Pide estar internamente conectados, como nuestros móviles a la red, para poder sentir y expresar con gestos. No seamos fríos y distantes ante quién evoca algo importante. Jesús nos lo recordó en su vida: cada vez que a uno de estos… le habéis dado de comer, lavado, atendido, abrazado, acariciado… me lo habéis hecho a mí (cfr. Mt 25). Aprendamos que la reverencia que hacemos ante el Santísimo Sacramento, expuesto en nuestras Iglesias, nos mueva el corazón para hacer reverencia ante tanto hermano y hermana que camina junto a nosotros en lo cotidiano.