Hoy hacen falta padres. Hacen falta padres, personas que sean capaces de llevar a otras de la mano, que acepten la responsabilidad de señalar lo que está bien y lo que está mal a quienes llevan de la mano. Hacen falta padres, personas que acepten la posibilidad de acompañar a otros todo el tiempo que necesiten ser acompañados. Hacen falta personas que acepten la paradoja de educar a los que les necesitan para dejar de ser necesarios, personas que sostengan manos pequeñas hasta que crezcan lo suficiente como para contener sus propias manos pequeñas. Hacen falta personas que lleven en brazos, que abran caminos, que marquen direcciones y que acepten las direcciones que los otros encuentren por sí mismos. Hacen falta personas que esperen siempre, que acojan siempre, que alivien de los miedos, que acojan las alegrías, que celebren siempre el regreso, que estén en vela hasta que se cierre la puerta. Hacen falta personas que acepten amar lo que todavía no conocen, lo que no saben cómo va a ser, lo que nunca llegará a pertenecerles por completo y que acepten hacerlo de por vida. Hacen falta padres, personas capaces de ser brújula y espejo, arco para la flecha y lumbre para la intemperie. Hoy hacen falta personas, en definitiva, cuya felicidad sea la Vida Plena de los otros.

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