Hacer fotos es algo que se ha vuelto muy normal en nuestro día a día. Conseguimos fragmentar la realidad en un instante, tomar solo una parte de ella, la que nos interesa o llama la atención y guardarla. «Creamos» un mundo a partir del que existe.

Podemos contar una historia, mentir, expresar sentimientos innombrables, conseguimos estar en muchos sitios a la vez.

Vemos muchas veces la realidad a partir de un objetivo. Paramos el tiempo, el espacio y lo guardamos en nuestro teléfono y en ordenador. Tenemos infinidad de archivos que son instantes muertos, objetos y personas congelados en un presente inmóvil.

Hacer fotos es crear mundos; es revelar muchas veces la realidad que no vemos, multiplicarla y difundirla. Nos permite que en un segundo seamos capaces de tocar la belleza suprema o el dolor más hiriente.

Es parar la realidad, enfocar con el corazón, y ver cómo Dios está actuando en todas partes. La fotografía al alcance de todos es un arte. A Dios nadie lo ha visto, pero nuestras fotos pueden ser efecto de su acción.

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