El titular que leí el otro día me dejó algo así como perpleja: «Zuckerberg amenaza con cerrar Facebook e Instagram en Europa». No leí el resto de la noticia porque solo el titular ya me dio qué pensar. ¿Amenaza con cerrar Facebook e Instagram? Quiero decir: escucho en las noticias amenazas de alguna catástrofe natural, de una próxima crisis económica, de algún atentado terrorista, o noticias de guerra. Pero, insisto, ¿amenazar a la UE con cerrar Facebook e Instagram? ¿Qué tipo de amenaza es esta? No sé si me entienden…Normalmente una amenaza va seguida de algo pavoroso que puede implicar el terror, la ruina, el dolor o incluso la pérdida de la vida. ¿Está esta amenaza de Zuckerberg a la altura de todo esto?
Lo sorprendente es que sí, sí que lo está. Nos hemos vuelto tan necesitados de las redes sociales mencionadas que el simple hecho de tener que prescindir de ellas nos da miedo de verdad. ¿Cómo vamos a vivir entonces? Yo tengo alumnos adolescentes que no conocen una realidad sin ellas. ¿Cómo se publicitarán (ya hasta sobrevivirán) tantas empresas, algunas de ellas solo presentes en modo on line? ¿Cómo nos enteraremos de las cosas al instante (lo que llaman «estar informados»? ¿Y cómo renunciar a esa sensación de sentirte especial gracias a los «me gusta» que recibimos en nuestras publicaciones? ¿Cómo reducir el grupo de los «amigos» a la pandilla de toda la vida cuando puedes hacer tantos en las redes? ¿Cómo relacionarnos cuando el tú a tú no solo se ha convertido en una dificultad debido a la pandemia, sino también en algo que nos da hasta pereza? Con todas estas preguntas, es normal que alguien como Zuckerberg se sienta fuerte lanzando una amenaza como esta.
Una persona muy cercana a mí me dijo una vez que las próximas guerras no serán entre países (aunque últimamente estamos en un sinvivir y la guerra entre Rusia y Ucrania ya ha contradicho ese pronóstico), sino que las provocarán las grandes empresas. Es el dinero quien manda y puede dejar en jaque a toda una comunidad. Una gran empresa puede amenazar con elevar precios (el caso de las empresas petrolíferas o las eléctricas), alterando la vida de tantas personas. También puede amenazar con retirar determinadas fábricas para ponerlas en otros lugares donde les sea más barato el coste de producción, generando así largas colas del paro en algunos países y explotación laboral en otros; o con acabar con el pequeño comercio, que siempre anda con las fauces de las grandes marcas pegadas a su nuca. Esto me recuerda, salvando las distancias, a la guerra fría. Esa carrera espacial en la que Estados Unidos y Rusia peleaban por ver quién ponía al primer hombre en la Luna. Se trataba de conquistar el espacio, porque quien conseguía dominarlo, ¿qué no conseguiría en nuestro planeta? Pues esto es algo parecido: quien tiene el dinero es quien gana.
Así que, señoras y señores, estamos avisados por Zuckerberg. Él puede trastocar (para mal) nuestras vidas y nuestras identidades, así que nos tiene cogidos a todos (incluido gobiernos), y lo sabe. Pero no pierdan la esperanza. Hay algo accesible para cualquiera de nosotros, que tiene en cuenta a los pequeños y menos favorecidos; que no pretende dominar sino enamorar; que no amenaza sino que invita. Es el Reino de Dios. Y nosotros aquí, amedrentados, sin querer reconocer que la salvación siempre vendrá de tu mano, Señor, y de aquellos que, seducidos por ti, luchan por un mundo más humano, donde la persona valga más por lo que es y no por lo que tiene.