Hace ya meses, Mark Zuckerberg compareció en el Senado de los Estados Unidos en medio de una gran polémica por filtraciones en Facebook. Allí, explicó lo que había sucedido: Facebook había compartido información de muchos de sus usuarios y estos datos habrían sido usados, entre otras cosas, para favorecer a diferentes partidos en las elecciones estadounidenses. En su comparecencia, trató de justificar lo sucedido, aunque sin negar la equivocación, llegando incluso a pedir perdón. Aquella noticia ya pasó al olvido hace tiempo. Y, sin embargo, hay algo que merece la pena rescatar, porque eso no pasa de moda.
Alguien como Zuckerberg, gurú de las nuevas tecnologías, símbolo de la realidad conectada a través de las redes sociales y una de las personas más influyentes de la actualidad, se presenta delante de una cámara como el Senado y admite que internet debería estar más protegido. Quizás se nos ha ido ‘un poco’ de las manos. En seguida, uno se pregunta: Si no eres capaz tú de cambiarlo, ¿quiénes somos nosotros para intentarlo? Quizás es que no le interesaba, quizás aquella comparecencia fuera sólo un pequeño teatro para maquillar todos estos episodios, y en realidad a él sólo le interesaba que las cosas siguiesen igual. Quizás había un mucho de todo esto. Pero quizás no. Porque quizás se dio cuenta de que se había equivocado verdaderamente, que su empresa y que él mismo, no habían hecho lo que debían. Quizás, con aquellas palabras, expresaba su sentimiento de culpa.
Y ahora, nosotros. Entonces. Y hoy. Podríamos justificar cantidad de problemas de nuestra realidad poniendo en el patíbulo a responsables de empresas como Facebook o gobernantes, políticos que toman las decisiones más importantes. Ellos tienen su responsabilidad. Es verdad. Pero también podemos afirmar que hasta ellos tienen derecho a equivocarse y a mejorar.
A mí, esta y otras muchas realidades, me llevan a preguntarme si estas personas pueden verdaderamente cambiar sus vidas. Cambiar de opinión, darse cuenta de sus equivocaciones y mejorar. Cantidad de errores parece que sentencian de por vida a los culpables y a esas realidades en las que se encuentran. Y creo que no puede ser. No conozco a nadie que no se equivoque. Ninguno ha nacido perfecto, todos cometen errores y estos deberían, sobre todo, ayudar a mejorar. No quiero justificar ningún error, sino todo lo contrario. Conocerlo, admitirlo y enmendarme. De los que ha podido cometer el CEO de Facebook, el gobernante, mi amigo, mis padre… y yo mismo. Que todos nos equivocamos, pero ojalá que también todos sepamos mejorar.