En estos días me he fijado con atención en uno de los virales que andan por las redes. Se trata de los deberes que un profesor italiano ha puesto a sus alumnos y alumnas para el verano. De primeras el tema no es atractivo, pero la razón por la que estas recomendaciones llevan más de 7.200 likes y 6.200 compartidos es, creo yo, porque las enseñanzas de este profesor van sobre la vida misma.

Las 15 recomendaciones (ver) hablan entre otras cosas de fijarse en los pequeños milagros de cada día, de ser agradecidos, anima a leer como una forma de rebeldía; les invita a que escriban un diario, bailen sin pudor, hagan deporte o repasen los apuntes; les incita a que sueñen y a que sean buenas personas. Cosas sencillas, de mayor o menor profundidad, lo que queda claro es que no se basan en hacer los cuadernillos de verano sin más.

Pienso en la razón por la que tanta gente le ha dado like o ha compartido esta carta publicada en el muro del profesor, y todas las razones me llevan a que nos gusta que el profesorado, el sistema educativo enseñe a nuestros hijos e hijas más allá de la ciencia y las matemáticas. Nos gusta que en los colegios se enseñe para la vida.

En este 2015 se están fijando para el mundo objetivos globales, objetivos para todos los países y para todas las personas. En septiembre en Nueva York Naciones Unidas aprobará los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, y entre estos objetivos uno al menos será específico sobre educación. La educación que queremos y soñamos para todas las personas se está debatiendo y cabe saber que la tensión entre una educación de calidad medida por competencias que preparan para el mercado laboral y otra que prepara no solo para el trabajo sino para la vida están en juego.

En estos días, el jesuita Jorge Cela escribía un inspirador artículo sobre esto, y decía: «La medición por la capacidad de trasmitir conocimientos, y la competencia por resultados nos ha llevado a descuidar una función básica de la educación, que no sólo busca trasmitir conocimientos útiles, sino, sobre todo, formar personas para una convivencia pacífica y creativa, basada en valores fundamentales». Creo que esto último es lo que hace que Cesare Cata, un profesor que enseña para la vida. ¿Qué si no? 

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