No es mala la comida healthy, es genial estar fit, mola irse de afterwork y es aconsejable practicar running. Todo eso es bueno. Lo que resulta llamativo es que creamos que esos conceptos los hemos inventado nosotros, nuestra generación. Sí, la misma que se ha reído de nuestros abuelos porque nos insistían en que no comiéramos porquerías, porque iban andando al trabajo y nos aconsejaban que tratáramos de crear un buen clima en la oficina. Hoy, lo que ellos nos recomendaban, se ha convertido en una moda. Y como lo decimos en inglés, lo aceptamos como novedad y le rendimos pleitesía. Ya no es algo antiguo y risible, sino que se ha convertido en algo trendy. Cierto que a veces es difícil esquivar las modas, porque aquello que es tendencia nos rodea allá donde vamos: escaparates; redes sociales; anuncios televisivos; influencers

No se trata ahora de que huyamos de lo que se lleva ni de ser ovejas negras que caminan a contracorriente, sea cual sea la corriente. Hay modas que son buenas. Es positivo que se lleve velar por la salud o el medio ambiente, por ejemplo. Pero es necesario que pensemos, que analicemos la realidad por nosotros mismos y actuemos concienzudamente, a la vista de nuestras propias circunstancias.

Se puede estar en forma y disfrutar de los beneficios de hacer deporte sin necesidad de ir al gym con unas zapatillas que combinen con la muñequera y la botella de agua. Se puede cocinar sano sin utilizar quinoa o polvos de avena. Se puede estar preocupado por el medio ambiente aunque en el tupper en el que llevemos la comida no lo ponga.

Gym, quinoa, polvos de avena, fiambreras con mensajes ecológicos… no tienen por qué ser malos. Pero seamos críticos: en primer lugar, porque no es necesario pregonarlo a los cuatro vientos, ya que a veces olvidamos aquello de que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, igual que vivimos tan pendientes del escaparate, que se escapa lo principal. En segundo lugar, porque vivir pendiente de la novedad es otra forma de esclavitud. Tal vez seamos de tenis, de frontón o de ping-pong, aunque hoy no sea lo más cool. Igual es más sano –y cariñoso– coger las espinacas que te da tu abuela, recién traídas de la huerta… aunque cuestan mucho de limpiar, traen caracoles y otros bichos del campo, y no vienen troceadas y metidas en plástico. Ir a los sitios andando a veces genera una sonrisa de condescendencia, pero hay que reconocer que resulta ridículo ver una reunión de gente en un restaurante, con sus cochazos aparcados a dos metros, rememorando la última maratón, o cualquier otro tipo da prueba deportiva…

Sé libre, elige por ti mismo, elijas lo que elijas.

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