Un hombre que iba haciendo su camino, cayó en manos de unos ladrones que le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Pasó por aquel lugar una persona, reconocida, rigurosa con las normas que, al verlo, se ajustó la mascarilla, tomó distancia y siguió de largo. Después paso otra persona con la que ocurrió lo mismo Seguramente tenían prisa, cosas que hacer, gente a la que atender, mucho trabajo. Pasó por fin un samaritano, al que los otros dos seguramente hubiesen tachado de apóstata o hubiesen criticado por no tener fe. Pero fue el que se compadeció.
El samaritano es al que no le importó la religión de aquel hombre medio muerto, tampoco si era migrante con o sin papeles, si era de izquierdas o de derechas. Se nos dice que el samaritano se acercó, incluso sin saber si aquel individuo desnudo tenía Covid. Le curó con lo que tenía. Uso el gel hidroalcohólico, no era un imprudente, pero en algún momento tuvo que quitarse la mascarilla. Si tenía otra, seguramente se la hubiese dado a aquel hombre para paliar su vulnerabilidad. Además, lo dejó todo dispuesto para que se le atendiera cuando siguiese su camino, y se comprometió a pagar cuanto hiciese falta.
Tras la marcha del samaritano aquel hombre apaleado cayó enfermo, se hizo una PCR, y dio positivo. El samaritano tuvo que cumplir las consecuencias de aquel contacto estrecho. Ese fue el pago al que se había comprometido. No solo el dinero por su propia PCR, también lo desagradable del hisopo en la nariz, el tiempo de aislamiento… ¿Cómo lo habría asumido? ¿Maldeciría aquello que le movió a acercarse a aquel hombre? ¿Aquello de lo que se fio? Él simplemente hizo lo que creía que tenía que hacer, y no era ajeno a las consecuencias.
Del mismo modo, mucha gente se deja llevar por aquello en lo que cree, y así hay familias que han agarrado la pala, o lo que tuviesen a mano, para abrir caminos en la nieve y poder transitar por sus barrios. Gente que lleva meses atenta a las necesidades de sus vecinos con más riesgo de sufrir el contagio. Voluntarios que colaboran en el rescate de aislados por la nieve o que se ofrecen para llevar a quien lo necesita cuando el clima no da alternativas. Trabajadores alargando turnos que no se pagan con dinero. Sanitarios que han superado todas las dificultades para atender a sus pacientes, y siguen haciéndolo vacunándose y repartiendo vacunas…
Ninguno de ellos es ajeno a las consecuencias. Todos estamos mejor porque hay gente que corre el riesgo de ser generosa. Prestan un servicio que tantísima gente reconoce, aunque no se aplauda. Se mueven por su convencimiento de hacer lo correcto, por fidelidad a aquello en lo que creen. ¿No será eso tener fe?