Si hay algo que aprendemos con la edad es que la vida siempre nos sorprende, aunque pensemos inocentemente que lo teníamos todo visto. En este tiempo estamos siendo testigos de situaciones, tanto para bien como para mal, que nos rompen los esquemas y nos abren a nuevos escenarios, algunos potencialmente esperanzadores y otros no.

Me gustaría que, por un instante, nos fijáramos en uno de esos momentos que quedará para la historia. Se trata de la recepción del título futbolístico individual más importante en el mundo, el Balón de Oro, por parte de una mujer, Alexia Putellas.

Imagino que la polémica estará servida porque algunos pensarán que por ser algo deportivo –y más siendo fútbol– no es relevante; otros, que, por ser mujer, no merecía recibir «tan alta distinción futbolística»; otros caerán en la trampa de pensar que la presión social ha obligado a que el título de Balón de Oro tiene que tener una cuota femenina y que, se lo merezca o no, «había que darle el premio a alguien». Abran juego señores. Cuantos más cantos de sirena, mejor.

El hecho es que, por fin, el premio reconoce la perseverancia, el talento y la disciplina tenga el género que tenga.

Pero, además, hay dos cosas que me gustaría resaltar con especial interés. Por un lado, algo que me sigue emocionando cuando escucho a alguien recibir un premio, galardón o reconocimiento. Se trata del agradecimiento a un tercero. Creo que el premio en sí adquiere una dimensión mucho mayor. Amplía su alcance y profundiza en intensidad. Alexia Putellas quiso agradecer, fundamentalmente, al equipo y a su padre. Empezaré por el segundo. Su padre, fallecido, siempre había apoyado la vocación deportiva de su hija. A pesar de lo que hubiera escuchado de amigos, conocidos o desconocidos, no dudó en apoyarle incondicionalmente. Ella, una vez que llegó al escalón más alto no miró su ombligo, no se dejó eclipsar por el ego, sino que miró hacía detrás y agradeció a su padre el apoyo silencioso, seguro que en ocasiones difícil pero constante, que le permitió crecer y confiar. Ahora, manifestando que es la razón «por la que hago todo», quiso hacer público este agradecimiento. Y en segundo lugar, a su equipo, presente en la gala, a quien les dijo que, siendo un premio individual, se trata de un reconocimiento a un éxito colectivo. Y es que juntos somos mejores. Creo que es tan evidente que no nos damos cuenta. Seguimos obcecados en nuestros éxitos individuales pero una y otra vez se nos manifiesta esta verdad. Juntos somos mejores.

Junto a Alexia Putellas, muchas mujeres han recibido el premio. El premio de la constancia, de la lucha por un sueño, de nos desfallecer ante las adversidades. Gritarán y protestarán, pero no hay que dejar de seguir luchando. Como decía Goethe en su poema Ladran:

Cabalgamos en todas direcciones
en pos de alegrías y negocios;
pero siempre ladran detrás,
y ladran con todas sus fuerzas.
Quisieran los perros del establo
acompañarnos todo el tiempo,
pero el ruidoso sonido de sus ladridos
solo demuestra que cabalgamos.

 

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