De vez en cuando caigo en la cuenta de que llevo una temporada en la que ha asomado la patita, en mayor o menor medida, el niño caprichoso que en un momento dado fui. Coincide invariablemente con alguna época en que, gracias a un tironcito de orejas, echo la vista atrás y tengo que reconocer que llevo un tiempo en el que mi examen del día, por las noches, se parece mucho más a un controlillo parcial tipo test, o incluso a un examen de Primaria tipo verdadero/falso, que a repasar la jornada con profundidad y de la mano de Dios.
El problema que surge cuando descuidamos el examen es que lo primero que se resiente es nuestra capacidad de dar gracias por tanto como recibimos cada día por la patilla. Se tarda muy poco en pasar de dar gracias por algo que reconocemos como un regalo a exigir como derecho merecido algo por cuya consecución no hemos hecho nada. Y vienen entonces los ceños fruncidos, los morros torcidos, y nos instalamos en la queja. Suspirando, que es gerundio. Pero el lamento tiene su peligro: la cualidad Flubber del mal espíritu. Porque, como aquel moco verde de la película, el lamento tiene la capacidad de rebotar por todas partes, acelerarse y escapársenos de las manos. Y lo embarra todo. Pensemos en cuántos días dejamos que un pequeño detalle nos nuble el resto de la jornada. No importa todo lo demás. El día es una porquería porque a primera hora he pillado atasco. La semana entera ha sido un horror porque el martes de 10 a 11 tuve un tostón de clase. Mi vida no tiene sentido porque ayer perdió mi equipo de fútbol. Cada cual puede seguir la lista como quiera, que hay para todos.
No se trata de afrontar la vida como si fuera del color de la piruleta, que diría el gran filósofo Homer Simpson. Claro que nos pueden suceder faenas. Pero si retomamos la buena costumbre de estirar el tiempo del examen para el agradecimiento, aunque de primeras no fluya el asunto, enseguida cambiará la perspectiva. Porque no es lo mismo acabar el día diciendo «ha estado bien el rato con los amigos, pero vaya marrón tengo en el trabajo» que diciendo «vaya marrón a primera hora en el trabajo, pero luego el día ha remontado con el ratillo con los amigos».
Habrá que cuidar el examen agradecido, habrá que mantener a raya a Flubber.