Ayer la anunciada entrevista entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para hablar de un hipotético acuerdo de gobierno dejó la estampa de ambos paseando por delante del congreso, mientras una legión de fotógrafos inmortalizaban el paseíllo. Da la sensación de que todo está estudiado. El lugar. La ropa. Cada gesto. Todo es cálculo. Es casi imposible saber ya si más allá de conseguir una imagen estudiada hay intención real de pactar algo.

Hoy en día imaginas, detrás de los políticos de todo signo, una legión de asesores, opinadores, calculadores y estadísticos que recomiendan tales o cuales conductas en función de escenarios deseables y deseados. Y es una tristeza, la verdad.

¿Imaginas que un regalo fuera solo el envoltorio? Un aparente y vistoso papel para adornar una caja de cartón vacía. Pues a veces da la sensación de que algo semejante está ocurriendo en la política (como en otros ámbitos de la vida). Estrategias, perfiles, modas, declaraciones medidas, hashtags, poses, y paseíllos. Pero no compromisos reales, serios, posibles, nacidos del interés real por el bienestar de las personas.

Todo suena a inauténtico. Y es muy mala cosa para una democracia.

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