No puedo negar que hay una parte de mí que no quiere que se encuentre al cocodrilo –o lo que sea el pobre animal–, pues estamos a punto de crear en el Pisuerga una leyenda de película, casi sin exagerar a la altura del monstruo del Lago Ness o del pulpo Paul en el Mundial de Sudáfrica. A días de recomenzar la Liga y acabando el maratón Covid-19 nos volvemos a encontrar con noticias que nos llaman compulsivamente la atención por el simple hecho de ser totalmente irrelevantes.
Por mucho que lo neguemos, en algunos de nosotros hay una fascinación por lo inverosímil, porque el azar nos recuerda que la realidad de vez en cuando se desgaja y las cosas no son como deberían ser, y si lo vemos sin riesgo alguno bastante mejor. No es un alegato a vivir desde lo superficial, tan solo que necesitamos noticias intrascendentes que despierten nuestro interés y nos bajen las revoluciones con las que en tantas ocasiones vivimos, como quien solo habla del tiempo en el ascensor o zapea a horas intempestivas.
Más allá del problema medioambiental y del tráfico ilegal de animales hay una tendencia por lo simple, por la conversación banal a la que no debemos renunciar porque si no la actualidad –y la vida en general– sería demasiado intensa. Quizás ahora que estamos cansados de llorar, cuando parece que los nervios se tensan y da más pereza ver el periódico, necesitamos noticias que, lejos de crear una bomba de humo, nos alerten que en nuestra vida debe de haber un espacio para lo superficial y para aquello que simplemente está hecho para arrancarnos una sonrisa, sabiendo que a veces la realidad supera la ficción.