Nos cuesta mucho creer en la existencia de un diablo con rabo, cuernos y tridente que vive en una cueva rodeado de llamas. Es una imagen del pasado que en otro tiempo ayudó a ponerle rostro al Mal, pero que ya no nos funciona. Vemos el Mal a diario, basta meterse en las noticias para percibirlo, pero nos cuesta nombrarlo así. Nos suena casi supersticioso. Le intentamos encontrar causas racionales que no nos enfrenten a una cruda realidad: el Mal existe y actúa en nuestro mundo. De forma tan real a como lo vemos en series y televisiones.
El actor que interpretó al despreciable rey Joffrey de Juego de Tronos ha sido el último en sumarse a la lista de famosos que, tras interpretar un papel de villano, tienen que esconderse porque la gente acaba insultándole y amenazándole como si su interpretación fuera una realidad. A nadie se le escapa que Poniente no existe y el universo de Juegos de Tronos es completamente imaginario. Y, sin embargo, atribuimos al actor Jack Gleeson las malévolas acciones de su personaje, hasta hacerle la vida imposible paradójicamente por un trabajo tan extraordinariamente bien hecho que ha resultado creíble hasta el punto de confundir actor y personaje.
Quizás es que necesitamos un rostro para el mal. Y la ficción nos lo ofrece regularmente. Igual que en siglos pasados los artistas imaginaron un ser con cuernos y tridente y nos resultó creíble como encarnación del Mal, ahora la terrible forma de actuar de Joffrey Baratheon, o la del Señor Oscuro, El-que-no-debe-ser-nombrado, Fred Waterford o tantos otros rostros del Mal que nos ofrece la ficción, nos dan un reflejo de una realidad que nos rodea y en la que esas fuerzas están presentes y actúan.
Por eso, aunque nos parezca una tontería confundir a actores y personajes y atribuirles a los primeros las acciones de los segundos, mucha gente acaba haciéndolo. Porque lo que representan sí es real, cotidiano. La mezquindad, la crueldad, la avaricia… están a nuestro alrededor y actúan como fuerzas que mueven a personas en nuestro entorno, incluso a nosotros mismos en según qué circunstancias. Verlo en otros, en la ficción, nos ayuda a identificarlo en la realidad.
Necesitamos tener claras las imágenes del Mal en nuestro mundo y la ficción nos ayuda a identificarlas. En realidad, a Jack Gleeson y sus compañeros villanos deberíamos agradecer que nos enseñen mediante la ficción aquellas actitudes que queremos desterrar. Porque conociéndolas, teniendo claro cómo se hacen presentes, podremos combatirlas mejor.