La calidad de algunas series de televisión norteamericanas es, desde hace unos años, altísima. Se ha convertido en un lugar común el decir que algunas de esas series hoy están a la altura –o por encima- del cine. Cada quién tendrá sus favoritas, pero ahí están “Juego de Tronos”, “Boardwalk Empire”, “Hell on wheels”,“Homeland”, “The Wire” “Modern Family” y tantas otras. Las hay para todos los gustos: comedias amables y sofisticadas intrigas de espionaje; violentas evocaciones del mundo de los gangsters en los años 20; una mirada a la construcción del ferrocarril en un oeste brutal…  Hay de todo. 

Lo fascinante es que a través de estas series se descubre, una y otra vez, la fuerza de los relatos para hacer una radiografía del ser humano. He ahí su capacidad de atracción. A menudo nos identificamos con los personajes, y nos enganchamos con las series porque descubrimos que, de algún modo, hablan de nosotros. No en un sentido literal –es probable que el nivel de violencia que destila cada episodio de “Boardwalk  Empire” no lo vayamos a vivir ninguno en nuestra vida cotidiana- pero sí en la medida en que los sentimientos humanos aquí reflejados son universales.

 Pongamos el ejemplo de una de las series más populares: “The Walking Dead”. Una historia de zombies en un mundo desgarrado por una extraña plaga. Es verdad que el mismo concepto de los muertos vivientes y la brutalidad de algunas escenas hace que mucha gente no siga una serie así. Pero, si prescindes de eso, lo fascinante es que los zombies no son más que una excusa, casi un elemento de tensión para lo que verdaderamente importa: el grupo de supervivientes y las complicadas relaciones humanas que se establecen entre ellos; celos, incomunicación; egoísmo; amor; instinto de supervivencia; traición; heroísmo; compasión… Es fácil reconocerse en alguno de los personajes, en alguna de sus encrucijadas. 

 Dando un salto, uno diría que esa es la fuerza de las parábolas… utilizar relatos para hablar de la vida concreta del oyente –o del espectador. Porque al final  nuestras vidas también se bandean en tensiones y encuentros, amores y heridas, oportunidades aprovechadas o elecciones fallidas. Y cada uno de nosotros podemos pararnos y pensar, alguna vez, en el tipo de personas que somos y que aspiramos a ser.  Como en las series, en la vida misma. 

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