Mira la escena. Y fíjate en el compañero de la periodista Maly Thomas, que desde el estudio aplaude, divertido, ante el impresentable gesto del tenista Maxime Hamou. Ocurrió ayer. En Roland Garros. Esto es el machismo cotidiano que tienen que aguantar muchas mujeres día a día. Si le da una bofetada allí mismo, quizás la habrían acusado de histérica. Si aguanta el tipo, dirán que se prestó al juego. La realidad es que de ninguna manera debería ocurrir esto, pero aún ocurre. Ocurre porque para muchos «no es para tanto», y a otros les parece gracioso. Ocurre, porque hay mucho macho alfa que se piensa que basta con estirar la zarpa para magrear a cualquier mujer que esté a tiro. Ocurre porque todavía no nos terminamos de dar cuenta de las pequeñas violencias sexistas cotidianas.
Quizás piensas que exagero. Como la tele ha dejado constancia, y ante el revuelo que se ha armado, al tenista se le ha retirado la acreditación de Roland Garros, y los compañeros de la periodista de la cadena Eurosport han pedido disculpas. Lo chocante es que de entrada no les resultase violento o problemático, y que su primera reacción fuese la hilaridad más propia de un grupo de adolescentes en la edad de las hormonas en lugar de una reacción de adultos, molestos por lo que estaba ocurriendo. Muchos hombres no nos damos cuenta de la cantidad de situaciones de menoscabo que tienen que aguantar muchas mujeres. Y aunque sea verdad que no se debe generalizar, y que hay mucha gente consciente de la necesidad de trabajar por el respeto y la igual dignidad de cada persona, mientras estas cosas ocurran, habrá que denunciarlas. Hasta que resulten tan molestas que nadie se ría como un zoquete al verlas.