Escucho extrañada las declaraciones de Toni Nadal sobre el nombramiento de Gala León como capitana del equipo de Copa Davis, no digo nada, pero luego leo a mi amiga Noelia, y caigo en la cuenta, una vez más, de cómo el machismo se nos cuela.
Más allá de las razones técnicas, lo cierto es que no vivimos con naturalidad el nombramiento de una mujer al frente de un equipo masculino, como sí vivimos con naturalidad que un hombre lidere el equipo femenino. No vivimos con naturalidad que una mujer pilote un avión como sí vivimos con naturalidad que sea la jefa de enfermeras; no vivimos con naturalidad que hubiera una ministra de Defensa como sí de Sanidad, no, no lo vivimos con naturalidad.
La actriz Emma Watson, conocida por su papel en Harry Potter, daba estos días un discurso ante la Asamblea General de la ONU a favor de la igualdad de derechos y oportunidades y decía: «Me empecé a cuestionar las suposiciones de género hace mucho tiempo. A los ocho años, cuando comenzaron a llamarme ‘mandona’ por querer dirigir una obra teatral y a los chicos no les decían nada… A los 15, cuando mis amigas empezaron a abandonar sus equipos deportivos para no parecer demasiado ‘musculosas’. A los 18, cuando mis amigos hombres se veían incapaces de expresar sus sentimientos».
Yo empecé a cuestionármelo más tarde y me costó aceptar toda la herencia cultural machista que me había sido dada por los roles en la familia, sociedad, publicidad, historia, Iglesia, etc…
No se trata de profundizar en las declaraciones de Toni Nadal, pero sí de hacer el ejercicio de ir cayendo en la cuenta de cómo el machismo, tantas veces sutil, campa en nuestra sociedad y dentro de nosotros, y la única manera de empezar a cambiar que se me ocurre es tomar conciencia.
(PD: busquen en la RAE las palabras capitán y capitana, vean todas sus acepciones, luego me dicen)