No fue un puñetazo, como se lee en algunos medios. Fue un tortazo. Con la mano bien abierta y todas las ganas del mundo.
En este momento hay opiniones para todos los gustos.
Argumentos en contra los expresan los detractores de la violencia. También quienes critican la escena de «macho alfa» defendiendo a su hembra como si desde las cavernas hasta el Dolby Theatre solo hubiera cambiado el atuendo. Seguramente haya otras críticas sobre si no caben respuestas más ingeniosas, inteligentes… o sobre si hubiera sido mejor marcharse si tan indignado y molesto estaba. Estoy seguro de que desde ahora Will Smith va a ser carne de monólogo (aunque como cunda el ejemplo el género pasará a ser una combinación de Stand Up Comedy y Pressing Catch).
A favor no sé si habrá muchas declaraciones públicas, pero seguro que hay bastantes comentarios: sobre los límites del humor y si está bien reírse ante el mundo entero de la enfermedad de alguien que quizás está haciendo verdaderos esfuerzos por afrontarla, sobre lo bien que le ha estado a Chris Rock la reacción de Smith, y sobre cómo el ahora oscarizado actor representaba, en el momento de la agresión, a tantas personas que en diversos momentos han tenido ganas de soltar un bofetón a quien parece que se ríe de todo.
Supongo que en frío y a posteriori todo parece más fácil. Pero si Smith hubiera esperado un cuarto de hora, en su discurso al recibir el Oscar hubiera podido hablar de las palabras de Rock de un modo infinitamente más contundente e incisivo que convertido en babuino peleando por el territorio.
¿Qué vendrá ahora? ¿Habrá un linchamiento mediático de Will Smith o una absolución colectiva? (porque en este mundo nuestro no hay términos medios). A ver cómo se procesa un estallido así delante de millones de personas, para gente que tiene que vivir de su imagen pública. Es más, probablemente, en un mundo tan banal como el nuestro, todo se va a reducir ahora a quién sea capaz de manejar mejor los medios de comunicación. Quien lleve las relaciones públicas del actor tendrá que esmerarse en los próximos días y semanas. Si lo hacen bien, hasta conseguirán que sea visto como un héroe trágico que actuó por amor.
Personalmente, tengo que reconocer que a veces ganas no faltan. De verdad, por más pacífico que uno sea, a veces querrías cruzarle la cara a alguien. Sin embargo, también tengo muy claro que ese no es el camino. Hay innumerables razones para buscar otras formas: el ejemplo nefasto que esto supone en una sociedad ya de por sí crispada hasta la extenuación, la multiplicación del conflicto, la desproporción, lo destructivo. Y la falta de alternativas que demuestra. Creo que es mucho más definitivo desmontar una ofensa que responder con otra mayor. Creo más en la paz que en la violencia, en la palabra que en la bofetada, en los límites que en la falta de ellos. Creo que es mucho más valiente mostrarte vulnerable que querer jugar a ser invulnerable.
No creo que una bofetada arregle nada. Y para estropear las cosas más, no estamos.