Una vez, oí decir a un compañero jesuita que la Biblia debería contener unas cuantas páginas en blanco para que cada uno de nosotros escribiésemos nuestro propio encuentro con Jesús. Porque lo cierto es que el Evangelio sigue siendo un libro inacabado que se continúa escribiendo con nuestra propia vida. Por eso, está el Evangelio de Mateo, Marcos, Lucas, Juan… y el tuyo. Aquel que escribes cuando, en un campo de trabajo, el Señor se te aparece en el rostro de un niño o de un enfermo. Esa Buena Noticia que cobra forma cuando dejas de mirar el reloj y una conversación te atrapa. O ese momento de oración en el que de repente todo cobra sentido y Jesús se sirve de tu lenguaje y tus palabras para hablar contigo. Nuestra vida puede ser Buena Noticia si nos lanzamos a mirar el mundo con fe y nos creemos que el Evangelio también puede ser escrito según…

Es ahí cuando uno comprende mejor las palabras de san Juan al final de su Evangelio: quedan otras muchas cosas [por escribir] que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo. Entonces, como ahora, los libros siguen sin caber. Quizás por ello no hay páginas en blanco a continuación del último de los libros de la Biblia, porque nunca seríamos capaces de dar por terminado el relato.

 

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