El otro día terminé de ver el el documental de Netflix Dos Cataluñas. Documental que aborda y reflexiona sobre el conflicto catalán, lleno de entrevistas y declaraciones de personas de carácter público de los dos bloques de dicho conflicto, aportando matices y descripción de la complejidad sobre la realidad tan polarizada. A medida que lo veía pensaba razones por las que merece la pena verlo. Y es que es una realidad en la que todos estamos posicionados, solemos leer, escuchar o hablar con quienes piensan igual y así reafirmar nuestros pensamientos; con el documental podemos escuchar a todas las opiniones, en el mismo nivel que permitirá vivir el conflicto no desde las tripas o los sentimientos, sino con cabeza, amb seny. Pero para ello es necesario, previamente, intentar no escuchar de nuevo lo que te gusta y confirma, sino todo por igual. Nadie creo que vaya a cambiar de opinión, y de hecho con quienes ya he hablado sobre el documental me han dicho que el reportaje dice lo que ellos piensan… de los dos lados. Si vas a invertir casi dos horas en verlo, aprovecha la oportunidad de escuchar a quienes ya sabes que no piensan como tú. Y como no podrás responderles, sigue escuchando, no te enfades al ver quién habla y qué dice, porque hay argumentos muy interesantes. ¿Cuándo podrás tener ante ti y hablar cara a cara con Puigdemont o Iñaki Gabilondo o Inés Arrimadas? Así como no todo es blanco o negro, ni amarillo o bicolor. Las opiniones que arroja el documental son opiniones, no verdades absolutas (esa sólo es Dios).

Puede que el haber vivido en Barcelona durante tres años, el tener amigos que piensan políticamente de manera antagónica (también en este conflicto) me haya hecho pensar y abordarlo poniendo el inicio de mi pensamiento en la capilla y la oración. Me pregunto a menudo si ¿tengo toda la verdad? (Jn 8,7) ¿ya he escuchado todos los puntos de vista? (Jn 14, 6; Lc 6, 37). Por lógica matemática pienso que como ciudadanos nuestra opinión se muestra en las urnas pero como cristianos se muestra en la vida, en las decisiones que tomamos, en nuestra manera de relacionarnos. Entonces, ¿quién es mi modelo a seguir en mis opiniones? ¿a quién presto oídos? (Lc 20, 24-26; 1Tim 1, 17). ¿De verdad creo que quien no está contigo, está contra ti? ¿no hay puntos en común desde los que partir para que el futuro no esté lleno de las heridas que estamos provocando? ¿por un pensamiento voy a separarme de amigos y personas queridas? (Lc 20, 23; Mt 6, 14-15). Esta preguntas y textos de la Biblia me ayudan a matizar, degustar, tener más datos, intentar comprender y pensar, reflexionar, pero sobre todo a rezar sobre cómo sería/cómo pensaría si hubiera nacido en el otro extremo del país. (Det 4, 35-39; Ef 4, 6).

¿No será entonces mejor una reconciliación, donde todos reconocemos nuestra realidad y la del otro, sin imposición-oposición-represión, para «ser recibido bajo la bandera de Cristo» (Ejercicios Espirituales de San Ignacio, nº147)? No sé pensarlo sin la espiritualidad, para darle la realidad humana que nos une; no es cuestión de espiritualizar las cosas, porque eso sería faltar al mandamiento de no usar el nombre de Dios en vano. Más potente que la fuerza, las tripas o incluso los pensamientos está el amor sincero y verdadero; el único mandamiento de Jesús. ¿Entra en algo este punto de vista creyente cuando piensas sobre este tema?

Si Dios te mira como algo muy bueno (Gn 1, 26) ¿has pensado que así también mira a quien piensa diferente a ti y es lo que estás llamado hacer tú? (Lc 7, 47-48)

Te recomiendo ver el documental, pero atento con no dejarte llevar por lo que ya piensas.

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