Ayer una persona me dijo que se arrepentía de haber hecho siempre lo «correcto» por renunciar a lo que sentía… y no quiero que eso me pase a mí. Soy un jesuita catalán que vive en Valladolid y a pesar de que este texto empiece como un chiste no quiero hacer reír sino que quiero quejarme: no aguanto que lo «correcto» en Catalunya sea ser «pro-consulta» y que lo «correcto» en Castilla sea lo contrario.Ya lo he dicho. Y la verdad es que suena muy incorrecto… conozco mucha gente a la que no le gustará lo que digo. Pero necesito decirlo porque siento que como sociedad estamos convirtiendo en un fin lo que es un medio.
¿Cuáles son nuestras prioridades, nuestro fin, como sociedad y como individuos? ¿La prioridad de cualquier sociedad no tendría que ser la persona? ¿No tendríamos que usar toda la «maquinaria del Estado» y de las sociedades para conseguir que vivamos mejor las personas?
Entonces, me pregunto por qué los gobernantes de uno y otro lado (porque todos son los que se benefician) alimentan tensiones y rencores sin sentido jugando a los soldaditos con mapas y leyes, decretos y sentencias cuando, por ejemplo, hay listas de espera eternas en los hospitales (desde 2010, los médicos, enfermeras, auxiliares, etc. de la sanidad pública ¡se han reducido en más de 50.000 personas!); o cuando, por ejemplo, sigue habiendo desahucios (¿qué más da ser de un país o de otro si los bancos y su lógica están en todas partes?). Quizás es que no tengo suficiente formación, tradición o lo que sea pero, en concreto, no veo por qué montar una frontera más (sobre todo cuando yo pensaba que el problema era, precisamente, el de las fronteras y las concertinas). Lo digo así de directo sabiendo que los motivos que se están poniendo sobre la mesa son los de la libertad de opinión, los de la supervivencia de una cultura, etc. Por supuesto, no estoy escribiendo en contra de que cada cual pueda expresar su opinión y pueda tener la cultura que haya recibido. El problema es que creo que se está errando el foco del debate: por mucho que queramos instaurar otras divisiones, el mundo continuará dividido nada más en dos partes, el mundo de los que pueden salir por la tele y el mundo de los que la tele nunca atenderá. Y ahí está el verdadero fin de cualquier sociedad: las personas, especialmente las más desfavorecidas. Yo he tenido la suerte de vivir en distintas ciudades y si de algo me he dado cuenta es de que los catalanes, los vascos, los madrileños, los andaluces, los castellanos… que he conocido somos esencialmente personas, esencialmente muy parecidos. Lo repito: no somos iguales por haber nacido en un mismo país, somos iguales porque somos personas.
¿Alguien cree que su vida sería exactamente igual y que pensaría lo mismo de haber nacido en un contexto diferente? No: un independentista catalán si hubiese nacido en Badajoz muy probablemente no sería independentista, y viceversa. Entonces, si el tema es tan contingente, tan trivial, que depende de dónde naces ¿por qué lo convertimos en esencial? Sinceramente, por mí me independizaba de los políticos interesados, de los periódicos tendenciosos, de las fronteras infinitas, de los intereses económicos, de las mentiras, de los egoísmos… catalanes, españoles y del mundo entero.
Bueno… quizás no debería haber dicho nada… realmente lo «correcto» es más cómodo.