¿Cuándo es justo oponerse a la ley? ¿Cuándo se justifica negarse a obedecer a la autoridad civil? ¿Cuándo estamos legitimados para la resistencia, la insumisión o la oposición activa a lo que se nos exige como parte de una sociedad?
El pasado 1 de marzo 40 activistas católicos fueron arrestados en Washington por manifestarse a favor de los derechos de los dreamers (los jóvenes de origen latinoamericano que están en un limbo legal y a los que Trump amenaza con expulsar de Estados Unidos). Estos arrestos son más simbólicos que dramáticos. Las consecuencias para los arrestados –puestos en libertad poco después– pueden venir en forma de antecedentes y alguna dificultad (aquí hablo sin demasiado conocimiento, así que es posible que en este punto las consecuencias resulten mayores de las que creo ver) pero supongamos que, si tienen la plena ciudadanía EE.UU., el arresto no les suponga excesivas complicaciones. Y, sin embargo, al dejarse arrestar, al elegir el camino de la insumisión y la confrontación, están declarando varias cosas al mismo tiempo.
Primero, un deseo de comprometerse con una causa (y con la gente a la que dicha causa afecta), que va más allá de las proclamas y las palabras –que lo aguantan todo–.
Segundo, su negativa a aceptar incondicionalmente las estructuras de un poder que, si se vuelve cruel, inhumano o atenta contra los derechos de las personas, deja de tener legitimidad.
Tercero, su conciencia de que la fe no es solo una mirada interior o una relación privada con Dios, sino una actitud que determina una manera de estar.
Cuarto, ejemplifican con su actitud que nuestra única forma de participación no es el voto una vez cada cuatro años, sino que, como sociedad civil, podemos encontrar caminos para protestar, exigir y reivindicar leyes justas.
Y aquí, en esta formulación de si las leyes son ‘justas’ o no lo son es donde nos lo jugamos todo. Porque es verdad que cualquier persona que opta por la desobediencia civil lo hace pensando que lo que rechaza es injusto. Y si diésemos a esa opinión valor absoluto estaríamos justificando cualquier causa por el mero hecho de que a alguien le parece justa. El reto, entonces, es ver dónde echa raíz la justicia. Para estos hombres y mujeres de fe, es en el evangelio. Personalmente, yo creo que esa es una buena tierra…