Estos días en las redes sociales han circulado algunas imágenes de católicos, entre ellos sacerdotes, religiosos y religiosas, detenidos por las autoridades estadounidenses. El motivo sencillo: denunciar la violación de los derechos humanos, la situación deplorable de muchos inmigrantes y las políticas migratorias de la era Trump. Entre las críticas está la queja de que las condiciones son peores que nunca y nadie se responsabiliza de algunas muertes, de las agresiones sexuales que sufren algunas mujeres o de las condiciones insalubres que padecen muchos de ellos, incluidos menores.
Más allá de que sus quejas sean escuchadas o no queda el poder de una imagen. La contradicción de un sistema que nos da muchas cosas pero que maltrata a otros que simplemente defienden su derecho a emigrar. Es la foto que demuestra el contraste entre el poder y la indefensión, entre el interés y el desinterés por lo propio, entre el desinterés y el interés por el prójimo. Poco o ningún riesgo para la seguridad y la integración de una nación hay en el modo de actuar de estos católicos. Tampoco lo hay en los niños olvidados por las autoridades o en los miles de inmigrantes que solo buscan sobrevivir al hambre y a la pobreza. Debemos seguir buscando fórmulas pacíficas que nos muestren que no todo vale, que hay muchas personas que necesitan de nuestra voz para mantener su dignidad y que como cristianos también debemos ser profetas dispuestos a clamar misericordia para otros.
La relación con las autoridades políticas siempre será un reto para los cristianos. Ya lo fue para el propio Jesús. Cuando en todo se está de acuerdo y el silencio es la opción hay un grave problema. Ocurre lo mismo cuando todo está mal y no hay forma de colaborar. Porque el interés del cristiano debe traspasar las ideologías y defender una fe que haga vivir al hombre, propugnar la verdad y defender a los más necesitados. Ojalá siga habiendo más detenciones de este tipo –desgraciadamente causas justas seguirá habiendo siempre–, pero será un indicador de un deseo de vivir el Evangelio sin contradicciones hasta el final.