Llega la nueva edición de Master Chef. Y se anuncia como el no va más. Condiciones extremas. Cocinar a temperaturas bajo cero. O con hachas y leña, como se hacía en la edad media. Prometen vértigo, emoción, riesgo. Así que te das cuenta de que el mundo del espectáculo no puede acomodarse. La primera edición, hace cinco años, no necesitaba estos circos. Bastaba la aventura de cocinar, el gusto por redescubrir los fogones, el tiempo, el paladar, y un lenguaje que para muchos era nuevo. Emplatar bien se convirtió, entonces, en un imperativo colectivo. Pero han pasado los años. Y la audiencia exige novedad, diversión y vértigo -los datos de la primera emisión lo avalan-. La cocina va dejando de ser el centro, para ser tan solo la excusa. Si uno lee los anticipos sobre MasterChef, las expectativas se completan al ofrecer un perfil de participantes que prometen mucha diversión: Un banderillero, un ex-seminarista de Ohio, una instagrammer healthy, un futbolista guaperas, una modelo, un policía… Pasen y vean.
Así funciona este mundo del espectáculo. Con tres imperativos: novedad, drama y un poquito de estridencia. Lo que tenemos que tener claro es que todo esto que, en su momento se llamó telerrealidad, ya no lo es (si alguna vez lo fue); es tele-ficción, perfectamente diseñada para cubrir las expectativas de la audiencia. Las reglas están claras. El que las quiera, que juegue con ellas, y el que no, que apague la tele. Es posible que, si la vaca sigue dando leche, en próximas ediciones haya que seguir rizando el rizo. Posibles ideas para guionistas de ediciones futuras. Meter al cocinero dentro de la olla que se va calentando, así tiene un tiempo justo para terminar el plato antes de entrar en ebullición; cocinar ensaladilla rusa en una montaña rusa (en marcha); separar la clara y la yema de un huevo mientras te tiras desde un avión (si lo consigues, se abre el paracaídas; si no, esa noche lo que hay es huevos estrellados). Alta cocina, señores.
La pena es que, una vez más, lo que termina oscureciéndose es lo que, en la primera edición, pasó a primer plano. La cocina, el arte, el talento desnudo. Como en la vida misma.